La investigación plástica de Annette Kais parte de una atenta mirada a la naturaleza, de una sincera fascinación por los elementos de nuestro entorno cotidiano. Pero no se trata de una mirada pasiva, que se limita a captar el aspecto contingente, cambiante de las cosas, ni se detiene complaciente en las apariencias sensibles de los objetos, porque la suya es una observación incisiva, una visión penetrante, constructiva y constructora, que busca rescatar las estructuras del mundo visible, las formas y volúmenes, la materia misma por medio del color de los objetos. Annette no pinta ‘naturalezas muertas’ sino completamente vivas: enramadas cargadas de frutos suspendidos sobre fondos de color, manchas que estructuran el espacio a-referencial del cuadro (o el no-espacio del lienzo) en perfecto equilibro entre color y forma. Sus cuadros alternan lo figurativo y lo abstracto en un vaivén permanente que es, a la vez, la afirmación de una búsqueda netamente pictórica, pues los motivos parecen ser sólo un medio para explorar su propia realización en pintura. Las pinceladas mismas hablan un lenguaje plástico ajeno a los motivos, una poética enteramente visual. Limones, tomates, manzanas, cebollas, berenjenas, uvas, humildes motivos que son incesantemente transcriptos a formas y volúmenes que se inscriben en una superficie de líneas, empastes y veladuras de color traducidos a acuarela, acrílico y óleo. Los significados implícitos son meras evocaciones respecto al conjunto de técnicas utilizadas y a las soluciones plásticas ensayadas una y otra vez. Y aunque la potencia estética de las obras está contenida en la estructura misma del espacio pictórico, puesto que el cuadro no es imitación o copia de la naturaleza sino la trasposición de ésta a un espacio específico, las presencias rotundas de los frutos que surgen de estas nítidas estructuras geométricas hablan también de las constantes rítmicas de los ciclos de la naturaleza y por lo tanto de la vida misma. Marisa García Vergara (Prof. Historia del Arte y la Arquitectura)
Partiendo de bodegones más tradicionales la artista ha desarrollado una pintura que permite un juego equilibrado entre fondos abstractos y formas orgánicas concretas. Trabaja con un tejido de capas de pintura de diferentes densidades, a veces más transparentes o más opacas que se sobreponen formando un conjunto que evoca sensaciones de armonías o desarmonías diversas. Los protagonistas, frutas ,verduras y plantras, que nos acompañan durante las diferentes estaciones del año, son visibles en sus diferentes estados de madurez y algunos incluso se desprenden de su origen buscando un camino propio dentro o saliendo del cuadro. Utiliza la técnica mixta, comenzando con colores que se disuelven a base de agua como la acuarela, el gouache y los acrílicos, sobreponiéndose a menudo pintura al óleo para aumentar la intensidad de los colores.